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martes, 15 de diciembre de 2015

Curvas y desierto

En muchas ocasiones imaginamos recorrer con la moto esas carreteras que tantas veces hemos visto en las películas.
Kilómetros de asfalto que se pierden en el horizonte azul, que dejan casi la única huella del paso de la civilización. Nada más en los alrededores. Algunos cactus, matorrales sedientos y rocas secas soportando el golpe del sol día tras día.

¿Por qué imaginarlo?
No está tan lejos...

pincha aqui para ir al mapa de la ruta











miércoles, 11 de noviembre de 2015

Adiós y bienvenida

Después de más de 10 años de carreteras recorridas juntos, nuestros caminos se separan. Hemos disfrutado juntos de paisajes, frío, sudor, lluvia, velocidad, distancia, calamidades y kilómetros irrepetibles e inolvidables.

No sé que te deparará el futuro. Serán otras historias.
Veremos lo que a partir de ahora va a venir. De momento, no va mal.


 

domingo, 20 de septiembre de 2015

Gaztelugatxe y Leitzarán

Hacía mucho, demasiado tiempo quizá, desde la última vez que salí a perderme por las carreteras, con un único punto previsto donde darme la vuelta, y sin más.
Como dicen los moteros, el destino no es la meta, sino el viaje.
Y ahí de mañana fresca, temprano, a lomos de la kawa, nos fuimos a ver mundo por esas deliciosas carreteras de montaña que tanto nos gustan.
Leitzarán es el nombre de un río que nace en Navarra y da nombre a la polémica autovía en el momento de su construcción, la A-15, que une Pamplona con San Sebastián.
Se abre en Irurtzun, entre dos colosos de roca con unas curvas amplias y en pendiente, rodeada de bosques, valles y montañas, que en muchos momentos invitan a detenerse y observar el paisaje. No es fácil hacerlo. No hay casi zonas de descanso, por lo que hay que mirar de reojo. Finaliza en Andoain y un poco más allá se llega hasta Donosti, sin dejar de estar rodeado de ese frescor verde de Euskadi.

Una sugerencia:
Que nadie venda la moto hasta que no haya recorrido esta autovía.




A la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, se puede llegar desde Bermeo por una carretera extraordinaria que va surcando la violenta costa cantábrica en una zona donde islotes y acantilados se afanan en resistir los golpes de mar, dibujando un litoral espectacular.
La ermita en cuestión se encuentra en uno de esos islotes, unido a tierra gracias a un estrecho puente reconstruido en muchas ocasiones, por culpa de la energía del Cantábrico. Hasta ella se asciende a pie por un sendero estrecho con escaleras de piedra.

A ver si retomo la costumbre de salir en este plan y volver por aquí más frecuentemente.