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domingo, 23 de mayo de 2021

DESAPARECIDO EN TERUEL

 

Aprovechando unos días libres y un buen pronóstico del tiempo, me aventuré a pasarlos recorriendo esas carreteras olvidadas de la periferia de Teruel, donde se halla la explicación de la inexistencia del Teruel que existe.

Lejos de grandes ciudades, de metrópolis acomodadas, de territorios frecuentados por el turismo, por el tránsito de personas y mercancías.

Lejos de lo conocido, de lo sabido, de lo corriente, de lo usado.

Lejos de miradas, de atenciones, de prisas, de ambiciones.

Lejos de todo se encuentran estas tierras olvidadas por casi todos, recordadas por unos cuantos y queridas por unos pocos.

Allí me encaminé a recorrer las carreteras que ya antaño tuve el placer de conocer y que casi nada han cambiado.

Volví a sentir el silencio, la paz, la soledad del viajero que circula en solitario sin cruzarse con nadie por carreteras y caminos que casi nadie pisa, poco frecuentados, si acaso, por las escasas gentes que habitan algunos de los pueblos que atravieso entre calles y callejas vacías.

Los paisajes duros que recorro, violentos en ocasiones, con cortados verticales que agrietan la tierra sin piedad, cumbres agudas que apuntan alto al cielo, torrentes que huyen por el fondo de barrancos estrechos, túneles excavados a pico en la roca que llevan a la luz de otro cortado, de otra montaña, de unas carreteras que se agarran como pueden a las laderas de piedra soportando sobre su asfalto parcheado años de inviernos gélidos y lluvias torrenciales, me llevan siempre al mismo adjetivo: Inhóspito.

Teruel existe. ¡¡Ya lo creo que existe!!. Y ahí está. Para que llegues y te sorprendas. No te lo pierdas.