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viernes, 10 de junio de 2022

Por los antiguos territorios aragoneses del Mediterráneo. Cerdeña y Sur de la Península Itálica

 Quedó pendiente en su día, en el viaje hasta Croacia, parte del trazado del recorrido realizado durante los días que aquí se describen, entre Mayo y Junio de 2022. Entonces, por el imprevisto, se pospuso su visita, hasta ahora.

Múltiples líneas de transbordadores surcan regularmente nuestro Mediterráneo y si bien las horas consecutivas de navegación pueden hacerse algo tediosas, lo cierto es que al final del viaje, compensan por su precio razonable comparado con el ahorro de kilómetros por carretera, combustible, cansancio y alojamientos.


Cerdeña es una isla grande. En ella, aun circulando por las carreteras de la costa en las que no se pierde de vista el mar en prácticamente ningún momento, no se tiene la sensación, como en otras, de insularidad. Cuesta un tiempo cruzarla de lado a lado.

Tiene algún tramo de autovía, pero la mayoría de sus carreteras no son muy anchas, ni muy bien pavimentadas, ni muy bien señalizadas, lo que le da cierto carácter atrasado en el tiempo. Y las litorales, por el accidentado relieve de la costa sarda, se retuercen en geniales trazados por paisajes en muchas ocasiones, aun, poco civilizados.

La parte continental del viaje, me llevó a la masificada Costa Amalfitana, única, preciosa, por sus paisajes, sus bosques, sus acantilados, sus pueblos colgados de sus rocas sobre el mar e intransitable.

La strada statale 163 Amalfitana (SS 163) es incapaz de absorber todo lo que se le viene encima a diario. Es la única vía de comunicación que une Sorrento con Salerno por la costa. Estrecha hasta el punto de que no permite el paso simultáneo de 2 camiones o autobuses, carece de la posibilidad de actualización o ampliación por lo abrupto del terreno. Sin aceras o arcenes, por ella se mueven desde los peatones que van a solearse a la playa, ciclistas, motos, coches, taxis, furgonetas de reparto, camiones de suministros, hasta autobuses de grandes rutas llenos de turistas.

Conclusión: Un permanente atasco de 50 kilómetros.

Para Matera, no tengo palabras. No me sorprendió, porque me la esperaba magnífica. Pero aun así desbordó mis expectativas.

A Cassino llegué para ver lo que quedó de la tristemente recordada batalla de Montecassino. Lo cierto es que el único rastro que queda de aquello, son las miles de tumbas de chavales muertos de todo el planeta. Patético. No aprendemos.