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domingo, 21 de septiembre de 2025

FINALIZANDO EL VERANO POR EL VALLE DE ARÁN

De muchos es conocido el valle de Arán por sus paisajes de montaña, sus estaciones de esquí, su acogedor ambiente y su paso al país vecino.

En la carretera que sube a la estación de esquí de Baqueira-Beret, nace el río Garona, que en su breve recorrido antes de cruzar la frontera con Francia, recoge el agua de innumerables torrentes, arroyos, riachuelos y afluentes, que con el paso del tiempo, entre los frondosos bosques de hayas, abetos, pinos, abedules, robles... han ido labrando lugares de extraordinaria belleza, unos muy conocidos, otros menos.

Sin buscarlo, se encuentra un valle de Arán ajetreado, vivo, próspero, artificial, fácil y conocido.

Hurgando un poco, y recorriendo las carreteras secundarias y los caminos, no es difícil encontrar un poco alejado del bullicio, otro valle de Arán más pausado. Menos turístico, pero no por ello menos atractivo.

Es fácil ver cómo era el valle hace pocas décadas. Mucho más integrado, que conserva los usos tradicionales de la ganadería, la agricultura y la silvicultura. Sus pueblos, de acceso complicado en ocasiones, ofrecen la apariencia de antaño, algo diferente a los más grandes y turísticos de las orillas del Garona.

El valle de Arán, si se sale un poco de las ciudades principales y se recorre con calma, tiene mucho que ver.

Como la mayoría de los valles del Pirineo.




lunes, 21 de julio de 2025

Lugares de cine, curvas y desierto en Almería

 Me gusta ver el escenario real donde se ruedan las películas. Digamos que es una manera de acercar el mundo imaginario del cine al suelo que piso.

Imagino a esos actores, que tan lejanos e inalcanzables me parecen, y que dejan de serlo, porque como yo, pusieron sus pies en esos lugares durante los rodajes.

Muchas carreteras tienen nombre propio entre los motoristas a nivel internacional. Son mundialmente conocidas por sus retorcidos trazados, y transitarlas se convierte en un objetivo a conseguir, estén donde estén, y a pesar de tener que cruzar un continente para llegar a ellas.

Nos olvidamos de otras, no tan conocidas, pero igual de retorcidas o más que las famosas, mucho más a mano, mucho menos concurridas y que satisfacen plenamente el deseo de curvas y más curvas, rodeadas de paisajes incomparables.

El Desierto de Tabernas ofrece unos paisajes únicos de barrancos y montañas esculpidos durante milenios. Recorrer su interior por pistas polvorientas o incluso por alguna carretera asfaltada que lo atraviesa, sin aparente rastro de vida alrededor (aunque no es así si observamos con detenimiento) es una experiencia difícil de describir.